Cuando nos decidamos a restaurar alguno de los muebles de nuestro hogar, será imprescindible previamente efectuar un análisis detallado de los daños que se observan en el mueble, el motivo por el cual se ha deteriorado, el material con el que se ha confeccionado y la técnica empleada en su construcción.
Una vez que dispongamos de estos datos, se pueden realizar distintos tipos de intervenciones: una conservadora, otra en la que se efectúa un tratamiento curativo de insectos xilófagos, un proceso de decapado, encerado o barnizado. En todos estos últimos casos, se apunta a la regeneración del mueble y de su estética.
Estas intervenciones son más agresivas, y por lo tanto es ideal que las realicen profesionales en la materia, ya que se trabajan detalles como la recuperación de elementos decorativos que se han perdido con el tiempo (molduras, marquetería). Vale destacar, igualmente, que siempre se aconseja intervenir directamente lo menos posible.
Quizás el punto más conflicto es la incorporación de piezas nuevas en reemplazo de aquellas que se hayan perdido con el tiempo. Para intentar conservar la esencia del mueble, esta técnica debe circunscribirse a casos muy puntuales y extremos. Sin embargo, cuando se observa un deterioro importante la intervención no puede esperar.
Además, los daños son más fáciles de subsanar cuando la solución llega rápidamente: una rotura reciente posee los bordes más pulidos y limpios, mientras que con el paso del tiempo el problema se complica y la intervención se torna mucho más comprometida. En ocasiones se requerirá una restauración de pátina, en la cual se sustituyen partes que se han echado a perder por otras similares de muebles antiguos.
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